El Perrito de Víctor Opinión

SOUNDTRACK 27. Cuando dos genios se reúnen: “Odio fonky. Tomas del buró”

Por: El Perrito de Víctor

El Can debe confesarlo: tiene inclinación por los discos raros. Le gustaba, por ello, sorprender a su jauría con una que otra grabación que los miembros de ésta ni sabían que existía. De vez en cuando, iba a comprar material impulsado sólo por el nombre del cantante, el guitarrista, el grupo o el título de la grabación. A veces adquiría cosas muy buenas y otras, algunas francamente olvidables.

Así fue como dio con el casete del que hablará en esta ocasión: “Odio fonky. Tomas de buró” de 1994-95 y que es fruto del trabajo conjunto de dos vacas sagradas del rock nacional: Jaime López y José Manuel Aguilera.

Al primero, el Can debe haberlo conocido en su adolescencia, cuando el autor pretendió escalar la escalera de la fama por los caminos establecidos, es decir, con aparición en canal de videos y hasta una participación en la OTI. ¿Habrá quién recuerde “Ella empacó su bistec”, la humorística canción de despedida o de final de relación que contaba con un video aún más genial y divertido?

Del maestro Aguilera, supone el Perrucho desmemoriado que debió conocerlo a través de Sangre Azteca, una banda de las ahora llamadas “de culto”, conocida sólo por unos cuantos y recordada aún por menos.

Debe haber sido en 2014 o 2015 cuando el Can se sorprendió por una airada carta que José Manuel Aguilera le dirigía a algún periodista simplemente para reclamarle que no mencionara su participación en la grabación de “Odio fonky”, en una nota que había escrito el destinatario de la misiva con motivo del aniversario de la aparición del álbum.

El redactor en cuestión atribuía la grabación sólo a Jaime López. ¿Sería tal vez, porque el de  la iniciativa de grabar el disco fue él?, ¿o sería porque el mismo López fue quien editó finalmente el improvisado disco? ¡Quién sabe! Lo cierto es que “Odio Fonky” no se entendería sin alguno de sus dos participantes.

Como todo, el disco comienza por el principio (en serio). La primera pieza es “En el principio fue el kiosco”, pieza instrumental en donde además de bajo y caja de ritmos puede apreciarse la grabación empalmada de un saxofón (¿o serán varios?, aunque es poco probable dadas las limitaciones de la producción).

Viene luego la que, según Wikipedia es la primera y original versión de la que tal vez sea la canción más famosa de Jaime López: “Chilanga banda” y la cual se encargaría de volver súper popular el grupo Café Tacvba.

Francamente, al Can le resulta muy superior, aún y con su modesta producción, la versión de don Jaime y de don José Manuel.

Como tercer tema aparece “Malafacha”. Una prueba más del ingenio y la calidad con que compone el señor López quien retoma y plasma el legendario estilo de hablar chilango. Todo un muestrario del léxico capitalino.

Echando mano a la pacha

como queriendo pistear

lo machucó una carcacha

a mitad del eje vial ¡ay!

Quedó con la pata cuacha,

la que arrastra aquel carnal

será muy mala mi pata,

dice, pero viene y va,

además será muy mala mi pata,

pero no la fui a estirar

¡chale!

Me dicen el Malafacha

por mi teporocha faz,

le gusto así a tu carnala

pa’cabarla de amolar.

Me dicen el Malafacha,

mi tacuche es muy acá;

con mi changuita chilanga

me la voy a pachanguear.

Además

será muy mala mi facha,

pero bailo chachachá”

¡voooooy!

Quiero que me si que no

que sí que no me quieras

quiero que me no

que sí que no que sí me quieras

quiero que me si que no

que sí que no me quieras

quiero que me no

que sí que no que sí me quieras

¿Enton´s qué?

¡Ah qué chava tan dialéctica!

A’i va mi buen Malafacha

rechinando el carcamán,

con dos, tres kilos de huesos

hasta tiembla Supermán,

¡rifa!

Quizá tendré mala pata

por pura fatalidad

tendré quizá mala facha

por el cine nacional.

México:

¡creo en mí!

Viene una canción un poco más formal, por decirlo de alguna manera. Se trata de “La misma vieja canción”. Una sentida canción rockanrolera,

“…no sé qué hacer

con mis manos,

no sé qué hacer

con mi rostro,

no sé qué hacer con mi vida,

no sé qué hacer con mis ojos.

¡No sé qué hacer!…

y sales movida en la foto…”

Sigue “Nuestro amor es ese gato negro muerto en el baldío”, que como se podrá imaginar el lector no tiene ningún rasgo de optimismo. Más que canción digamos que se trata de un negro poema musicalizado. Una reflexión sobre el final de la relación y cuyo remate es precisamente el título de la pieza seguido de la frase “junto al diablo”. La voz aguardentosa de López es el marco perfecto para la mencionada declamación. ¿Cómo olvidar el arranque mismo de la canción?

Deshecho al fin está,

el nudo montón

de ese amor apasionado.

Camarón que se duerme,

amanece en el mercado.

Nada como escuchar un poema en la voz de su autor y que mejor si sobre el texto un guitarrista como Aguilera interpreta un poderoso requinto.

“Tatuaje”, siguiente pieza de la grabación es un blues en toda forma. La letra de Jaime se combina en perfecta sincronía con la interpretación magistral de José Manuel. Poderosos rifs de guitarra que constituyen una pequeña muestra del enorme talento que el guitarrista desplegaría años más tarde con La Barranca y Jaguares.

“Moros con tranchete”, es una pieza en la que el estilo de Aguilera es más notorio y preponderante. Se percibe el rock un poco más formal que está acostumbrado hacer, aunque con una letra típica de López.

“Nadie da por nada su corazón”, es una canción de reproche. La inspiración para escribir una letra así es de las cosas valiosas que dejan algunas despedidas.

Viene luego “Indian Summer”, que cabe aclarar no es un cover de la conocida pieza de The Doors, sino un pequeño poema con final bastante imprevisible por humorístico y, ¿por qué no decirlo?, por su agría sinceridad. La pieza es recitada por una mujer, que por lo menos en la copia del Can, lamentablemente, no está identificada.

En la juventud

me esmeraba por agradar a mis amantes

y por cambiar, conforme de hombres,

de gusto y de semblante.

Pero ahora que sé lo que sé

y que hago lo que me agrada,

si no te gusta como soy,

te me vas, mi amor,

derechito a la chingada.

“Fama fatal”, siguiente pieza del disco, es una canción con aire tropical con prolongados requintos que hacen marco al machancante estribillo:

Dime tú,

¿qué no darías,

porque un día

te las diera?

Obvio que el aire arrabalero corresponde a una canción para la dama apodada como el título de la canción.

De tono también tropicaloso es “Materia tóxica”,

Tire mi cédula

y tu incrédula,

mi misma médula

no me lo sabe decir.

No puede ser,

¿quién eres tú?

que camina

sin número.

Materia tóxica

sin pies ni lógica.

La misma nómina

no me lo va a perdonar.

La siguiente canción es “El cara de memorandum o cutis de currículum”, la historia de Don Archivaldo y que bien podría ser proclamada como el himno de los Godínez del mundo.

Entre las últimas canciones del disco se encuentran “Odio fonky” y “El recado”, un “romántico poema” a la amada que recita José Manuel Aguilera.

“El suicida”, es otra humorística letra que aborda lo que se suele considerar como un tema serio. Luego de repasar diferentes maneras de quitarse la vida y rechazarlas una por una, luego de enlistar su inconveniente, la intérprete concluye que lo mejor es “hacerse a la idea de vivir”

“Radio odio”, es una arriesgada experimentación sónica. Percusiones sobre las que destaca la poderosa guitarra de Aguilera y lo que podría ser el slogan de la estación que da nombre a la pieza y una insistente frase que se repite y repite como mantra: “odio fonky, ¡cuánto amor!”.

La entrada en Wikipedia sobre el disco comentado señala que la grabación serviría como una especie de demo para un espectáculo que ambos artistas montarían con un grupo en forma.

El proyecto no se concretó, pero la disquera Opción Sónica decidió publicar la grabación realizada en una simple consola de cuatro canales, en el departamento de José Manuel.

La portada del disco muestra precisamente una foto de la mencionada consola sobre la cual hay una especie de máscara de calavera negra.

En el interior de la funda hay una memorable foto de los músicos, sentados, con sus guitarras en las manos, frente a la consola.

Sobra decir que “Odio fonky. Tomas del buró”, bien podría considerarse como una de las joyas del rock  nacional. Una afortunada combinación de talentos que por alguna razón desconocida no se ha vuelto a repetir, aunque debería.

El disco completo en: http://bit.ly/2BDSSEQ.

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