POR: El Perrito de Víctor
¿Amores de ultratumba?, ¿historias de amor que se escriben con sangre? No, el Can no disertará en esta ocasión sobre algún grupo dark, sino de una de las grandes estrellas del bolero sudamericano: Julio Jaramillo.
El disco en cuestión carece ya de su funda. En alguna mudanza o hasta en una reunión informal debe haberse perdido y ahora el acetato rueda solo con la frágil protección de una bolsita de plástico.
Lo importante es su contenido intangible: un cúmulo de caninos recuerdos relacionados a una serie de poderosas canciones.
Vuelve el pensamiento del Can a sus días de infancia, a esos domingos interminables en que sus padres disfrutaban de los sentidos boleros de Jaramillo, pero también de los de Olimpo Cárdenas, Daniel Santos, Los Panchos y Los Dandys. Todo ello acompañado de buenos tragos de brandi o hasta de tequila.
No podían faltar tampoco las largas charlas con los amigos y vecinos. Convivios casuales sólo para escuchar música y platicar.
El disco es de una empresa llamada simplemente “eco” y tiene un sello de derechos reservados del año 1971. El Can sin embargo, considera que debió escucharlo más tarde, como a principios de los años ochenta.
El disco no tiene nombre, simplemente porta el del cantante y en letras pequeñas informa que en la grabación fue acompañado por Roselino Quintero y su Grupo.
Comienza el lado A con “Devuélveme el corazón”, una canción de Emma A. Valdelamar.
Pensarás que a qué he venido
si ya todo ha terminado
piensas que cariño pido
pero te has equivocado.
Dirás quizá que estoy loco
o que me falta un sentido,
pero por besar tu boca
el corazón he perdido.
Yo no vengo a que me quieras
ni a cantarte una canción
sólo vengo a reclamarte
que me des mi corazón.
El corazón que una noche
muy confiado te entregué
y sin ver que lo engañabas
en tus manos lo dejé.
Ya veo que me lo devuelves
pero yo te lo di entero
en pedazos no lo quiero
te puedes quedar con él.
Sentida canción de reproche que plante más o menos el sentido que tendrá el álbum en general. La sigue “Cigarro en cigarro”, de Bonie García.
Vivo solo sin ti,
sin poderte olvidar
ni un momento nomas.
Vivo pobre de amor
en espera de quien
no me da una ilusión.
Miro al tiempo pasar,
al invierno llegar,
todo menos a ti,
si otro amor me viniera a llamar
no lo quiero ni oír.
Otra noche espere,
otra noche sin ti,
aumentó mi dolor,
de cigarro en cigarro
cenizas y humo en mi corazón.
Otra llegadora canción de un amor no correspondido. La espera y la nula respuesta del objeto del deseo, además de la resistencia a intentar con un nuevo amor.
Viene enseguida “Ya estamos iguales” de José Alfredo Jiménez que en versión de bolero no pierde su aire bravío y echador.
Si volviste de nuevo
a mi lado no esperes
que ahora
igual yo te quiera.
Tú has pensado
que yo soy tan fácil
hasta que soy plato
de segunda mesa.
Si por otro
me dejaste un día
tendrás que atenerte
a las consecuencias.
Ya he perdido
en ti la confianza
tú tienes la culpa
que ya no te quiera.
Ya no quiero
saber de tu nombre
sin embargo,
perdoné tu ofensa.
Hoy estamos
de nuevo ya iguales
sigue por el camino
que a ti te convenga.
Viene enseguida una clásica. “Nuestro juramento” de Benito de Jesús. ¿Quién no recuerda el poderoso requinto de la introducción?
No puedo verte triste
porque me mata
tu carita de pena,
mi dulce amor.
Me duele tanto el llanto
que tu derramas
que se llena de angustia
mi corazón.
Yo sufro lo indecible
si tu entristeces.
No quiero que la duda
te haga llorar.
Hemos jurado amarnos
hasta la muerte
y si los muertos aman,
después de muertos
amarnos más.
Si yo muero primero,
es tu promesa
sobre de mi cadáver
dejar caer
todo el llanto que brote
de tu tristeza
y que todos se enteren
de tu querer.
Si tu mueres primero,
yo te prometo
escribiré la historia
de nuestro amor
Con toda el alma llena
de sentimiento,
la escribiré con sangre
con tinta sangre
del corazón.
Poderosa letra y poderosa música. Infaltable en cualquier perra noche de bohemia, de bolero. Extraña al canino que de esta canción no existan nuevas versiones ya que su éxito estaría más que garantizado.
Cierra el primer lado del disco con “Que te perdone Dios” de Filemón Macías.
De un pecado me acusa,
la injusticia de mi signo,
que ha destrozado mi vida,
por falta de tu querer.
He vagado por senderos
encontrando solo abrojos
sin que nadie mitigue
la injusticia de mi mal.
No te culpo de nada
ni del mal que me has hecho
por lo que yo he sufrido
Que te perdone Dios.
Otra deliciosa canción llena de un aire nostálgico que le imprime esa trompeta con sordina y el triste sonido de los bongoes. Justo para cerrar una cara del disco porque lo que sigue es el melancólico sonido de la aguja del tocadiscos recorriendo los últimos surcos del acetato haciendo ese clásico ruido blanco con su cadencia repetitiva.
Por raro que parezca el lado B señala que los derechos protegidos son de 1972 y en la grabación de las canciones contenidas, don Julio estuvo acompañado por Roselino Quintero y su conjunto; Mario Núñez y su conjunto además del Trío Los Plateros.
Comienza la colección de canciones con “Las hojas muertas” de Antuman Leeves en una versión en castellano de Molina.
La siguiente canción es “Me duele el corazón” de Yaguito Mendoza. Otro bolero mortal, de soledad y desamor.
Me duele el corazón
con tal violencia,
me duele que no puedo respirar…
No sé qué pasará con este gran dolor
de noche no me deja descansar
¡Pobre de mí!
No sé qué pasará con este gran dolor
de noche no me deja descansar
¿Dónde están mis amigos? No los veo.
¿Dónde están mis hermanos? No los hallo.
Solito he de sufrir,
solito he de llorar,
solito yo me tengo qué acabar
¡pobre de mi!
Solito he de sufrir,
solito he de llorar,
solito yo me tengo
qué acabar.
Delante de la virgen me arrodillo
le pido que no me haga sufrir más
que me haga ese favor
no hacerme padecer
sino hasta la razón
voy a perder.
Como tercer corte del lado B aparece “Pasional” de Carlos Mangel, un melancólico bolero aunque menos dramático que el resto de las canciones del disco. La pieza da paso a las dos únicas canciones que podrían considerarse divertidas: “Botecito de vela” y “Ay mexicanita”.
A manera de resumen el Can podría decir que este álbum de Julio Jaramillo recopila varios de sus éxitos, que como ha explicado en ocasiones anteriores los cantantes distribuían en discos más pequeños de 45 revoluciones por minuto. De esa manera las disqueras aseguraban recuperar su inversión en el artista: incluyendo sólo éxitos comprobados de venta garantizada en un long play (LP).
Se trata de un disco que está lleno de melancolía y romanticismo. Justo para oír con amigos al calor de las copas o en la soledad, sufriendo por un mal amor y con ganas de echarle más sal a la herida.