Ricardo Gallardo Juárez, un nombre que evoca escándalos de corrupción, represión y manejo turbio de los recursos públicos, ha vuelto a la política mexicana. A pesar de una derrota humillante en las urnas y años de aparente ostracismo, el exalcalde de Soledad de Graciano Sánchez y la capital de San Luis Potosí ha encontrado la manera de regresar, esta vez como diputado federal plurinominal por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
El truco es bien conocido y nada sorprendente para quienes siguen la política mexicana. Gallardo Juárez no ganó una elección, ni siquiera fue candidato visible. El verdadero “dueño” de la diputación, Omar Alejandro Acosta Ornelas, ni siquiera tomó protesta, cediendo su lugar sin mayor explicación, en un juego de licencias y maniobras políticas que solo refuerzan la percepción de que el poder en México se compra, se hereda y se negocia en los pasillos del poder, no en las urnas.
Pero ¿por qué debería sorprendernos? Gallardo Juárez y su “Gallardía” han sido maestros en engañar a la ciudadanía de mil maneras, construyendo su poder a base de favores políticos, promesas vacías y la manipulación de los recursos públicos. Recordemos su gestión como presidente municipal de la capital potosina, donde los escándalos de corrupción fueron la norma. El caso de Sandra Sánchez Ruiz y el puente inexistente de la avenida Fray Diego de la Magdalena son solo la punta del iceberg de una administración marcada por la opacidad y el desvío de recursos.
Además de los daños económicos, Gallardo Juárez es conocido por su intolerancia hacia la prensa y los activistas que se atrevieron a cuestionar sus prácticas. La represión no solo fue política; también fue física y moral, demostrando el estilo autoritario de quien no soporta ser desafiado.
Ahora, tras años en las sombras, Ricardo Gallardo Juárez regresa a la escena política, no por méritos propios, sino gracias a los clásicos movimientos que caracterizan a la política mexicana. Lo que resulta indignante es la impunidad con la que se mueve, el descaro con el que regresa a un escenario que claramente lo rechaza, pero al que él se aferra como si nunca hubiera dejado de tener poder.
La llegada de Gallardo Juárez como diputado federal plurinominal no es solo un recordatorio del cinismo de la política en México; es un golpe a la cara de una ciudadanía que, una vez más, ve cómo se perpetúa la corrupción y el abuso de poder.
con información de: Ciudadanos Observando